Abril huele a libros, letras y tinta. ¡Llega el día de libro!
Esta vez, hemos querido dar nuestro título de "Bastarda del mes" a Alejandra Pizarnik, que da nombre a nuestra habitación 213. Conocida como poeta maldita, con un mundo interior como nadie, y famosa también por su trágica historia, convirtió la poesía en una herida abierta. Mientras otros escribían para crear o entender el mundo, ella escribía para sobrevivirlo.
Sin duda, dejó huella en la literatura con su forma de plasmar su mundo interior de la forma más cruda al igual que delicada, y reflejarlo en palabras que cortan y versos que arden. Y por todo esto, este mes del libro, nuestra bastarda es ella.
“escribes poemas
porque necesitas
un lugar
en donde sea lo que no es”
―

Alejandra fue una poeta argentina nacida en 1936, famosa en los años 60 por su poesía y su manera cruda y a la vez delicada de reflejar sus pensamientos en sus versos.
Hija menor de inmigrantes ucraniano-judíos en el país, tuvo una infancia difícil aún estando lejos de Europa durante la Segunda Guerra Mundial, y llena de inseguridades, por comparaciones con su hermana y sus problemas de tartamudez y asma. Todo esto afectó su autoestima y marcó su vida, y figura poética caótica.
Desde pequeña supo que el mundo no estaba hecho a su medida, así que empezó a inventarse uno a través de la poesía. Dejó a un lado sus estudios de periodista para entregarse de pleno a su escritura después de acudir como reportera al Festival de Cine de Mar del Plata en 1955. Pizarnik era casi incapaz de permanecer en un sitio.
Pisó París, donde estudió y trabajó, y donde se empapó de surrealismo y existencialismo. Se codeó con Cortázar y Simone de Beauvoir, pero siempre fue ella. Cruda e inquieta.
Tras unos años volvió a Buenos Aires, después de haber madurado como poeta y conseguir amigos tan íntimos como Julio Cortázar (Pizarnik decía que ella era la Maga de Rayuela), Rosa Chacel y Octavio Paz.
Sin embargo, sus versos se tornaron más oscuros tras la muerte de su padre, y su estilo de vida y adicción a las pastillas no mejoró tras mudarse con su pareja, la fotógrafa Marta Moia, que no pudo evitar que su tristeza se hiciera permanente en el alma de Alejandra Pizarnik.
La última noche de Alejandra, escribió en su pizarrón "No quiero ir nada más que hasta el fondo". Luego abandonó la vida tras ingerir cincuenta pastillas, dejándonos su voz inmortal y su manera tan especial de ver el mundo y de expresar todo lo que vivía dentro de ella.
Habitación 213: un rincón para cómplices
Aún así, sus versos siempre vivirán. Específicamente, en las paredes de la habitación 213, la que lleva su nombre.
En esta habitación femenina compartida, de seis camas, todas las que saben lo que es tener todo un universo propio por dentro van a poder encontrar su refugio en el mismo centro de Madrid.
Una cama individual donde sentarte a escribir lo que no puedas decir en voz alta, o confesarte con todo tu equipo de habitación, en piña.
Por nuestra parte, te damos todo lo que necesites para estar a gusto entre estas cuatro paredes: cajonera propia bajo tu cama, un baño y dos duchas en la misma habitación.
Descubre tu mundo en Bastardo
Y si no eres tanto de pensar, y eres más de hacer, en Bastardo pasan muchas cosas, de las que puedes formar parte. Nuestra programación nos delata, pero estando en el centro de Madrid no podemos parar, y más entre los barrio de Chueca y Malasaña.
Si te entra hambre, en nuestra planta baja convivimos con Limbo, el sitio perfecto si quieres comer un pollo a la brasa de película o tomarte algo antes de empezar la tuya por el barrio.
Bueno ya ves que Bastardo es muchas cosas, pero nunca un hotel como los que conoces, aquí también nos gusta romper con lo que siempre nos han dicho que debemos ser... ¡pero siempre pendiente de que seas tú el prota!