El atractivo de la intervención recae mayormente en las formas y colores dejando el mensaje en un segundo plano de importancia; éste es además algo más inaccesible o no tan buscado.

La reacción que cada una de ellas genere en quien las visita puede ser polifacética y diversa; las formas orgánicas y desfasadas, irregulares, se unen a los colores vibrantes y ácidos en diferentes personajes y figuras propias de lo que ahora mismo Irene considera expresiones inestables y tornadizas, sujetas al cambio y sucesoras de todo lo que ha estado haciendo hasta el momento.

Aunque parte de las figuras hayan surgido en un primer momento de manera inconexa, la enorme cristalera de Bastardo se encarga de crear el espacio donde finalmente coexisten y se relacionan entre ellas, comparten similitudes y se retroalimentan; se trasladan del tumulto mental a su formalización en las dos dimensiones en lo que considera una INTRODUCCIÓN de las mismas.

Irene Rujas Arranz nació en Segovia en 1999. Siempre mostró interés por diferentes campos y actividades, pero es la creación artística la que ha sido y sigue siendo la que mayor peso tiene, tanto, que decidió realizar estudios en Bellas Artes y Diseño Integral y Gestión de la Imagen (Aranjuez).

Todo tipo de creación tiene ahora mismo cabida en sus intereses; conocer y probar técnicas nuevas y no tan nuevas, descartar o añadir, cambiar y seguir probando.

Lo que aparece como una marabunta de propósitos e intenciones es parte también de una fase o estadio (en gran parte indefinido y perdurable) de experimentación y conocimiento, tanto de las cosas como de ella misma, y con todo lo bueno y lo malo que eso lleva consigo.